lunes, 22 de septiembre de 2008

¿Viejos con pasión?


Caminó por las húmedas calles sin mirar atrás; con el diario bajo el brazo, procurando tapar “ese” aviso. Nervioso, ansioso. Abrió la puerta una opulenta señora y de la mano lo entró.
Pasearon frente a él todas con caras de tristeza, lo notó, a pesar de la disfrazada sonrisa y el parafernálico atuendo. Escogió a la morena: “la belleza nativa”.
Entre los besos, rasguños y mordidas desesperadas, recordaba a aquella cordial mujer que un día lo deshizo en deseos y hoy provoca algo más que ternura; seguramente lo espera como siempre, con una silenciosa sonrisa torcida en su rostro y la cena servida.
A ratos no quitaba esa imagen de su mente y la culpa por recurrir a ese antro por primera vez (por cierto, no la última); pero apretaba sus ojos y dejaba fluir ese deseo que hace casi 20 años no liberaba.
Al abrirlos comprendió que esa “belleza nativa” era María, la cordial mujer que dejó el delantal y besaba, y rasguñaba, y mordía, como en sus más pervertidos sueños.

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